MARÍA MOLINER.

María Juana Moliner Ruiz (Paniza, Zaragoza, 30 de marzo de 1900Madrid, 22 de enero de 1981)

Hija del médico rural Enrique Moliner Sanz (1860-1923) y de Matilde Ruiz Lanaja (1872-1932), fue la mediana de tres hermanos, entre Enrique (15-8-1897) y Matilde (7-7-1904).

En 1902, según testimonio de la propia María Moliner, los padres y ambos hijos mayores se trasladaron a Almazán (Soria) y, casi inmediatamente, a Madrid. En la capital, donde nació la hija menor, Matilde, los pequeños Moliner estudiaron en la Institución Libre de Enseñanza, donde fue, al parecer, don Américo Castro quien suscitó el interés por la expresión lingüística y por la gramática en la pequeña María.

El padre, después de un segundo viaje a América en 1914, se quedó en la Argentina, abandonando a la familia. Esto motivó probablemente que la madre decidiera en 1915 dejar Madrid y regresar a Aragón. Allí la familia sale adelante en buena parte gracias a la ayuda económica de María, que, aun siendo muy joven, se dedicó a dar clases particulares de latín, matemáticas e historia. Según dirían más tarde sus hijos, estas duras circunstancias fueron fundamentales en el desarrollo de la personalidad de su madre.

Los primeros exámenes del bachillerato los hizo María Moliner, como alumna libre, en el Instituto General y Técnico Cardenal Cisneros de Madrid (entre 1910 y 1915), pasando en julio de 1915 al Instituto General y Técnico de Zaragoza, del que fue alumna oficial a partir de 1917 y donde concluyó el bachillerato en 1918.

En Zaragoza se formó y trabajó como filóloga y lexicógrafa en el Estudio de Filología de Aragón, dirigido por Juan Moneva desde 1917 hasta 1921, años en los que colaboró en la realización del Diccionario aragonés de dicha institución. Como se ha destacado, el método de trabajo adquirido y practicado en esta institución hubo de ser muy importante en su formación filológica y en su posterior trabajo como lexicógrafa.

Se licenció en 1921 en la especialidad de Historia, la única existente por entonces en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza, con las máximas calificaciones y Premio Extraordinario. Casi los mismos pasos siguió su hermana Matilde Moliner, licenciada en lo mismo con iguales honores, pero en 1925 y, también cooperante en el Estudio de Filología de Aragón.

Carrera como archivera y bibliotecaria.

Al año siguiente María ganó las oposiciones para el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, siendo destinada en agosto al Archivo General de Simancas, desde el que pasó, en 1924, al Archivo de la Delegación de Hacienda en Murcia y años más tarde, a comienzos de los treinta, al de Valencia.

En Murcia conoció a Fernando Ramón Ferrando, nueve años mayor que ella, que había ganado la cátedra de Física General en 1918 y era un profesor reconocido en la capital murciana. Se casaron en la iglesia parroquial de Santa María de Sagunto, el 5 de agosto de 1925. En Murcia nacieron sus dos primeros hijos: Enrique (investigador médico en Canadá, fallecido en 1999) y Fernando, arquitecto. Trasladada la familia a Valencia, nacen los dos hijos menores: Carmen (filóloga) y Pedro (ingeniero industrial, director de la ETSI de Barcelona, fallecido en 1985). Fue además la primera mujer en impartir clase en la Universidad de Murcia, durante 1924.

En el decenio 1929-1939 tomó parte activa en la política bibliotecaria nacional, colaborando con la Institución Libre de Enseñanza en proyectos como las Misiones Pedagógicas.

Su inclinación por el archivo, por la organización de bibliotecas y por la difusión cultural, la llevó a reflexionar sobre ello en varios textos: Bibliotecas rurales y redes de bibliotecas en España (1935) y a una participación muy activa en el grupo de trabajo que publicó, de forma colectiva, las Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas (1937), un trabajo vinculado a las mencionadas Misiones Pedagógicas proyectadas y puestas en marcha por la Segunda República Española. Además, dirigió la Biblioteca de la Universidad de Valencia,​ participó en la Junta de Adquisición de Libros e Intercambio Internacional, que tenía el encargo de dar a conocer al mundo los libros que se editaban en España, y desarrolló un amplio trabajo como vocal de la Sección de Bibliotecas del Consejo Central de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico, creado en febrero de 1937, en la que Moliner fue encargada de la Subsección de Bibliotecas Escolares.

En 1939, tras la derrota de la Segunda República Española el matrimonio sufrió los excesos de la depuración franquista del magisterio español; él perdió la cátedra y fue trasladado a Murcia, y María regresó al Archivo de Hacienda de Valencia, bajando dieciocho niveles en el escalafón del Cuerpo. No obstante, en 1946 su marido fue rehabilitado, pasando como catedrático de Física a la Universidad de Salamanca. La familia se instala en Madrid y María se incorpora a la Biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid, llegando a ser su directora hasta su jubilación en 1970. Ese año, el Ministerio de Educación y Ciencia, por acuerdo de 6 de julio de 1970, acordó su ingreso en la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, en su categoría de Lazo.

Últimos años,

Los últimos años de la vida de María estuvieron marcados por el cuidado de su marido, jubilado en 1962, enfermo y ciego ya para 1968, y por el deseo de pulir y ampliar con tranquilidad su Diccionario de uso del español (publicado en dos grandes volúmenes en 1966-1967). Sin embargo, en el verano de 1973 surgieron repentinamente los primeros síntomas de una arterioesclerosis cerebral, enfermedad que la iría retirando de toda actividad intelectual. Su marido falleció el 4 de septiembre de 1974. En 1970 dejó su casa en la calle Don Quijote (barrio de Cuatro Caminos) y se trasladó a la calle Moguer (barrio de Ciudad Universitaria), lugar donde fallecería en 1981.​ Una placa conmemorativa refleja este hecho.

Relación con la Real Academia Española.

El 7 de noviembre de 1972, el escritor Daniel Sueiro entrevistaba en el Heraldo de Aragón a María Moliner. El titular era un interrogante: «¿Será María Moliner la primera mujer que entre en la Academia?». La habían propuesto Dámaso Alonso, Rafael Lapesa y Pedro Laín Entralgo. Pero el elegido, a la postre, sería Emilio Alarcos Llorach. Ella comentó así el tema:Sí, mi biografía es muy escueta en cuanto a que mi único mérito es mi diccionario. Es decir, yo no tengo ninguna obra que se pueda añadir a esa para hacer una larga lista que contribuya a acreditar mi entrada en la Academia (…) Mi obra es limpiamente el diccionario. Más adelante agregaba: Desde luego es una cosa indicada que un filósofo -por Emilio Alarcos- entre en la Academia y yo ya me echo fuera, pero si ese diccionario lo hubiera escrito un hombre, diría: «¡Pero y ese hombre, cómo no está en la Academia!

Las propuestas no prosperaron y fue otra mujer, Carmen Conde, la que ocupó el sillón. El proceso llegaría a ser glosado en una de sus necrológicas titulada «Una académica sin sillón».

Violeta Demonte, profesora de Lengua Española en la Universidad Autónoma de Madrid comentó acerca del diccionario de Moliner: «El intento es importante y novedoso. No obstante, como la fundamentación teórica los criterios de su análisis no son siempre claros y sus supuestos fundamentales tienen origen intuitivo, la utilidad de su obra es desigual».

Su más reciente biógrafa, resume así las causas:Porque era una intrusa, en cierto modo. Porque estudió historia en la universidad de Zaragoza, pero había encarrilado su vida por el mundo de los archivos y bibliotecas y no estaba considerada filóloga. En aquel momento sí que influyó el que fuera mujer. Una mujer que se pone a hacer un diccionario, pero no el diccionario que inicialmente quería hacer, sino un diccionario que además cuestionaba el de la RAE. Creo que fue admirada, pero no valorada

En junio de 1973 la Real Academia Española le otorgó, por unanimidad, el premio Lorenzo Nieto López «por sus trabajos en pro de la lengua».​ María Moliner rechazó el galardón.

Reconocimientos.

Diversos Institutos de Enseñanza Secundaria (IES), Colegios de Enseñanza Infantil y Primaria (CEIP) y bibliotecas llevan su nombre; asimismo la obra de María Moliner ha sido honrada y recordada en distintos eventos culturales, calles, etc.

Incluso, el dramaturgo Manuel Calzada Pérez escribió una obra de teatro sobre María Moliner, titulada El diccionario,​ que ha sido llevada a las tablas con gran éxito en España, Chile y Argentina,​ entre otros países.

Se han realizado documentales sobre su vida y su obra, tales como:

En julio de 2019, la Biblioteca Nacional de España bautizó el salón general de lectura, sala María Moliner.

Referencias

Declaraciones de Fernando y Carmen Ramón Moliner, en Pardo Lancina, Víctor (marzo de 2000). «Memoria de María Moliner. El sillón vacío de la Academia».

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